En 1948, Ralph Alpher y Robert Herman, del equipo de George Gamow,
llegaron a la conclusión de que, si el universo hubiese salido de un Big Bang y se hubiese expandido
desde entonces, debería existir una radiación cósmica de fondo en la zona de frecuencia
de las microondas (o lo que es lo mismo, a una temperatura de unos 5K, 5
grados por encima del cero absoluto). Alpher y Gamow habían publicado ese mismo
año otra predicción, la de la composición media del cosmos partiendo de la
teoría del Big Bang.
En 1964, Arno Penzias y Robert Wilson estaban trabajando con un
radiotelescopio muy potente de nueva construcción y detectaron un ruido de
fondo que no conseguían eliminar. Primero pensaron que sería de origen
terrestre, pero una vez eliminadas todas las fuentes de ruido posibles, el
efecto persistía. Después llegaron a la conclusión de que dicho ruido no podía
proceder del sistema solar ni de nuestra galaxia (pues en tal caso sería más intenso
en una dirección que en otra), y que su
origen tenía que ser cósmico. La temperatura de esa radiación (o sea,
su frecuencia, teniendo en cuenta la ecuación de Wien) resultó ser de 3K.
Robert Burke, del MIT, sugirió a Penzias que dicho ruido podía ser la radiación
cósmica de fondo predicha por Alpher y Herman, cosa que, en efecto, se
comprobó. Por este descubrimiento, Penzias y Wilson recibieron el Premio Nobel
en 1978.
Junto con el argumento basado en la composición media del universo, la
radiación cósmica de fondo dio el espaldarazo a la teoría del Big Bang, que se convirtió en la
teoría cosmológica estándar (aunque véase un
artículo anterior de este blog al respecto).